• April 20, 2024

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Por Rosa Kwick
Por Rosa Kwick

 “La que llora
por sus hijos”

Reflexionando acerca de eventos generados por decisiones que se han convertido en un yugo para nuestra comunidad hispana, me vino a la memoria un personaje mítico e inolvidable que desde tiempos inmemoriales de la historia de algunos de nuestros países ha sido parte del folklore y de nuestro bagaje cultural. Me refiero a la famosa Llorona, el ser fantasmal de los mil rostros por la cantidad de leyendas que ha generado.

La Llorona es la protagonista de relatos tales como que ha sido vista en parajes solitarios, a la orilla de ríos y cuya fama llegó al grado de imponer un toque de queda en el México de la Colonia. Se le ha relacionado con la lujuria, el engaño, el desamor y la traición. Se dice en algunas versiones que fue traicionada por el hombre que amaba y eso la condujo a asesinar a sus propios hijos. Ella pena en la oscuridad por la pérdida de esos hijos a los que intentará encontrar hasta el final de los tiempos. Su dolor es perenne.

El origen de la leyenda es desconocido. No obstante, se concluye en que viste de blanco, tiene una larga cabellera negra y su rostro cubierto con un velo se supone aterrador.

Ella llora su pérdida y su eterna soledad.

Las historias difieren pero todas concluyen con la pérdida de esos hijos que ella busca sin descanso. La Llorona es un mito mesoamericano que incluye países tales como Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Perú, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Uruguay y Venezuela y por supuesto España, nuestro conquistador común.
El mito de la Llorona es tan ancestral como lo es nuestra cultura prehispánica. Ella, en sus tantas representaciones, es la Diosa Cihuacoátl de la cultura mexica, La Pucullén en Chile, la Dama Tapada en Ecuador, la Siguanaba en El Salvador, la Tulivieja para las provincias centrales de Panamá y la Tepesa para las comarcas indígenas.
La Llorona es uno de los fantasmas más discutidos en el antiguo castellano y nuestra presente lengua española.

La Llorona une a todos los países latinoamericanos en un denominador común: la riqueza de nuestras culturas pero para quienes vivimos en este país y la razón por la que pensé en tan singular personaje es porque de alguna manera estamos llorando como ella lo hace, clamando por ayuda para evitar que continúe esta masacre de deportaciones de padres y madres inocentes, cuyo único deseo es trabajar para dar una mejor vida a esos hijos que ya perdieron o están a punto de perder. Vivimos en la oscuridad tal como ella, pero nuestro llanto es callado y discreto.
No podemos gritar: “Ay mis hijos” aunque tengamos el corazón constreñido de dolor.

Somos La Llorona con sus diferentes rostros e historias que a diferencia del mito, son reales y muy dolorosas.

“Ay, Llorona, ay de mi Llorona…Acudo a ti para que aparezcas frente al Capitolio, recuerdes nuestra tragedia al Señor Obama y le digas de nuestra parte, lo siguiente: “Señor Presidente Barak Obama: por favor detenga las deportaciones, busque la manera más inteligente de lograr una reforma migratoria integral, no tome acciones desesperadas que lleven a una solución parcial del problema.

Trabaje con el Congreso para que se convierta en una ley y no una acción unilateral que se llevará el viento cuando venga su sucesor. No más deportaciones, no más separación de familias”.

“Ay, mis hijos y ay por los hijos que quedarán desamparados por la pérdida injustificada de quiénes les dieron la vida”.

Comentarios a: rokwick@cox.net

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