Por Pastor Pedro H Gonzalez
Un saludo cordial amado lector, le extendemos nuestros mejores deseos por un tiempo nuevo, de regocijo y paz en el amor de Cristo Jesús.
Estoy pensando en una tempestad, en una tormenta, como un evento donde la paz natural del ser humano se rompe por algo que esta ocurriendo afuera y que amenaza la estabilidad de nuestro barco que también puede entenderse como nuestra vida. Hay tormentas que son causadas por la naturaleza, otras son causadas por alguien mas y algunas son causadas por nosotros mismos. Cualquiera sea la causa de la tormenta que enfrentamos, de todas formas no es agradable saber que esta ahí.
Imagine algo: Una familia sale a pasear un día dado, hay buen sol, buen ánimo, hay provisiones y un velero decente en el que planean pasar todo el día, todos están muy contentos y se van mar adentro para pasear y disfrutar del sol. De pronto y contrariando todo pronóstico, el cielo se encapota, nubes negras surcan el horizonte y se desata la tormenta.
Que haría usted si estuviera a cargo de la seguridad de todos? Como manejaría la situación? Entendiendo desde luego que como “capitán de la nave” usted no es un navegante principiante, sino que ha sido ya zarandeado por un par de eventos similares antes.
Lo pongo en esta situación hipotética para que pueda darle vuelo a su imaginación y con todo lo que pueda pensar se de cuenta que sin importar cuantas soluciones busque siempre lo llevaran a un mismo final, su trabajo siempre estará orientado a llevar el velero a la orilla, al muelle porque allí todo el mundo se siente mas seguro. Es que todos pensamos igual, necesitamos la seguridad del puerto firme, estar en alta mar en una tormenta no es seguro, el velero es inestable en altamar y la vida peligra estando expuesta a condiciones que no les son favorables.
Eso mismo estamos viviendo hoy día, estamos tan tranquilos como en un día soleado en la playa, nos sentíamos a bordo del titanic, nada parecía estar en contra, había trabajo en abundancia, dinero, provisiones, veíamos el horizonte y no encontrábamos una sola nube negra, y allá íbamos mar adentro en la confianza que nos daban las circunstancias y nuestra “experiencia” como navegantes.
Pero…llego la tormenta, se desato el vendaval llamado pandemia y henos aquí, en la incertidumbre de lo que será, de lo que vendrá. Atemorizados buscando un puerto seguro pero sin saber cuándo aparecerá en el horizonte, nuestra brújula se ha descompuesto, ya no sabemos si vamos hacia el norte o el sur, las noticias son los vientos que nos arrastran, esa infernal maquina de mentiras que hacen que la incertidumbre se profundice. Pero un marinero hábil, entiende que cuando los vientos arrecian y son tan fuertes que arrastran el bote, lo mas sabio es cambiar la dirección de las velas, porque la dirección de los vientos no va a cambiar sola pero si podemos cambiar la dirección a donde los vientos nos llevan.
Eso significa cambiar el entendimiento, eso es buscar nuevos horizontes, eso es enfilar las velas en dirección opuesta al viento para que la fuerza de este nos lleva a buen puerto. Aguas mansas no entrenan marineros hábiles y que bien que esto este pasando para sacar lo mejor de nuestra comunidad, para que el país todo se entere de la fuerza, el empuje la creatividad y la resiliencia que como hispanos tenemos. Somos un jugador clave en la economía de este país y también en su destino histórico y político pero lo que nos llevara a buen puerto es saber orientar el velamen.
Sin Dios no podremos, con el ya estamos del otro lado.
Juan 15:5 “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mi y Yo en el, este lleva mucho fruto; porque separados de mi nada podéis hacer”
Este es el tiempo para volver nuestra mirada y nuestro entendimiento al Señor, para reconocer lo que acabamos de leer, que sin El o separados de El nada podemos. Cambiar las velas, darles otra dirección no significa alejarnos de la tormenta, solo que pasaremos más rápido por ella.
Apague las noticias y atrévase a preguntarle a Dios que esta esperando de usted en este tiempo, pregúntele hacia donde debe enfilar las velas de su barca, atrévase a preguntar y a escuchar, le aseguro que el le responderá.
Este no es el tiempo de jugar al sabio, este es el tiempo de entendernos como hijos obedientes y dependientes. Se arriesga a creer? Será la mejor decisión.
Soy el Pastor Pedro H. Gonzalez de la Iglesia Embajada del Reino.
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Le esperamos.