Por Pastor Pedro H. Gonzalez
Hemos venido trabajando en la construcción de un entendimiento correcto respecto a nuestra fe. Hemos dicho ya que la fe debe producir resultados tangibles y medibles a la luz de un estilo de vida que deje ver a todo el que me conoció antes de Cristo, que una vida en Cristo definitivamente es una vida regenerada.
Ciertamente Jesus no murió para hacer una versión mejorada de cada uno de nosotros, él murió para hacer una nueva criatura, creada a su imagen, a la imagen del hijo para que cuando Dios me vea, ya no vea a Pedro o fulanito o sutanito sino a su propio hijo. Esta verdad es poderosa y liberadora porque nos deja conocer el porqué de que si alguno está en Cristo ya no hay condenación para él como bien lo declara Romanos 8:1
2 Corintios 5:16 De manera que nosotros, de aquí en adelante, a nadie conocemos según la carne; y aun si hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así.
Estar en Cristo es haber sido alcanzados por una dimensión de entendimiento de Dios en la que la mayor iluminación que se me da es el poder identificar al otro en el espíritu, en la dimensión de lo espiritual. Seguir viendo a la gente en la carne cuando estamos en Cristo es incoherente y demostrativo de que algo falta en el proceso y eso que falta no es otra cosa que entendimiento.
Cuando Romanos 8:1 nos dice que ninguna condenación hay para los que están en Cristo, nos está informando que nadie nos puede condenar y que nosotros no condenaremos a nadie pues ya no podemos ver a otros bajo la óptica de la culpa sino bajo la óptica de la liberación, de la gracia y de la justicia cumplida en la cruz. Pero también nos dice el mismo versículo que eso ocurre a los que no andan conforme a la carne sino conforme al espíritu.
Y es que estar en Cristo nos da la habilidad de ver con los ojos del espíritu, sentir en la dimensión del espíritu, hablar en el poder del espíritu y vivir conforme al espíritu.
Las cosas espirituales se acomodan a lo espiritual y las materiales a lo material, vivimos en este mundo pero no somos de este mundo, de manera que nuestro mundo, el Reino de donde venimos es netamente espiritual y gobierna lo material, (por fe entendemos que todo lo que se ve fue hecho de lo que no se ve) es decir que lo espiritual es la materia prima de lo material y como tal lo gobierna.
Nosotros que somos espirituales estamos en la capacidad y por ende en la obligación de acomodar lo espiritual a lo espiritual, al que sabe hacer lo bueno y no lo hace por pecado le es contado.
Ver a alguien en la carne nos dice que estamos dando marcha atrás, si alguno erra, peca, comete un error, habla de nosotros, falla en algo, no podemos poner sobre él un dedo acusador producto de una mentalidad que vive bajo la óptica del castigo y de la auto justificación.
Eso no es espiritual, lo verdaderamente espiritual es avanzar de tal forma en el camino que podamos ver adelante en la vida de esa persona contemplando también sus circunstancias presentes y pasadas para poder validarla en su error y sus fallas. Ninguna condenación hay para los que están en Cristo, es decir ninguna condenación aplica y ninguna condenación se le puede aplicar.
Amable lector, el tema de la fe no es tan simple como parece pero no es tan complicado como la religión pretende hacerlo ver. Todo pasa por el amor, me acuerdo de un hombre justo, que no cometió pecado, que conoce la condición humana de manera poderosa, que fue capaz de sentarse a comer con quien de antemano sabía que lo iba a traicionar, que no se fiaba de los hombres porque sabía lo que había en su corazón. Que se conmovió al ver una multitud perdida como ovejas sin pastor, que fue humillado, abofeteado, escupido, traspasado, escarnecido y aun crucificado pero aun así fue capaz de subir a la cruz para asumir una muerte que no le correspondía diciendo de aquellos que lo crucificaban: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen. Ese es Cristo, a ese Dios sirvo ya, ese es mi Señor, el Señor de mi vida.
Le invito a que lo reciba como tal y le aseguro que su vida será regenerada.
Soy el Pastor Pedro H. Gonzalez de la Iglesia Embajada del Reino.
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