Por Pedro H. Gonzalez
Un saludo a todos nuestros lectores que fielmente buscan en esta columna esa conexión con la palabra de verdad e iluminación espiritual para sus vidas. Es nuestro compromiso ofrecer esa perspectiva bíblica, apegada a la verdad y desde la óptica del nuevo pacto, reconociendo que Jesus lo expreso al decir: “Esta es mi sangre del nuevo pacto que por vosotros es derramada”
Si Jesus subió a la cruz para con su sangre establecer un nuevo pacto entonces podemos deducir que vivir en el antiguo pacto es una afrenta al sacrificio de Jesus.
Una revisión rápida, sin mucho detenimiento sino a vuelo de pájaro de la carta a los hebreos, nos permitirá descubrir que allí se nos presentan varias cosas mejores: Un mejor pacto: hebreos 7:22, 8:6 y así mismo un mejor sacerdocio hebreos 7:1-25, mejores promesas hebreos 8:6.
Hay otros tantos mejores que nos enseña hebreos, pero hoy quiero referirme al mejor sacerdocio.
El capítulo 7 de hebreos empieza mostrándonos a un personaje llamativo de nombre Melquisedec y a quien se describe como rey y sacerdote. Esta condición de doble dignidad no debe olvidarse porque las dos únicas veces en las que se hace mención de ella en la biblia aparecen una en este texto y otra en Apocalipsis 1:6 dando a conocer que El nos hizo (tiempo pasado del verbo) reyes y sacerdotes)
También nos dice la biblia sobre Melquisedec que este no tenia padre ni madre, no tenia genealogía, ni principio de días, ni fin de vida y encima nos dice que fue hecho semejante al hijo de Dios y que permanece sacerdote para siempre. No cabe duda que lo que ocurrió allí en Genesis cuando Abraham dio los diezmos a Melquisedec nos mostraba al patriarca dando los diezmos a Cristo el Señor, y que Melquisedec no era más que un tipo y sombra del Mesías.
Hoy estamos ante un nuevo sacerdocio, un mejor sacerdocio y en ese orden de ideas, es que fuimos constituidos no solo hijos sino reyes y sacerdotes.
No hay perfección ninguna en el sacerdocio levítico, de ser así no habría necesidad de que fuese cambiado y no podría haber sido mejorado.
Pero el sacerdocio de Cristo si que nos lleva a la perfección, sin que nosotros intervengamos para nada en la ecuación excepto por el solo acto de fe al recibir a Jesucristo como El Señor.
Cristo se levanta en el poder de una vida indestructible y esa vida se nos imparte cuando el es ascendido al cielo, de manera que los que gozamos de esa vida no podemos estar en temor de muerte pues sabemos que la vida que nos fue impartida (la vida Zoé) es la mas alta calidad de vida a la que un ser humano puede aspirar. Eso nos da la seguridad de que empezamos a vivir en la eternidad desde el momento mismo en que recibimos a Jesus en nuestro corazón como El Señor.
Nada puede atemorizarnos cuando sabemos que estamos bajo la cobertura y la protección del Padre de las luces. No podemos considerarnos igual a todos aquellos que por la razón que se quiera, no han arribado a ese entendimiento. No se trata de desarrollar un orgullo vano por causa de nuestra fe, se trata si, de no perder de vista la identidad en la que hoy nos movemos gracias la entrega vicaria de Jesus.
Nuestra identidad no puede hacernos perder de vista la humildad, pero la humildad no puede hacernos perder de vista la identidad tampoco.
Somos hijos de Dios (no todo el mundo puede decir lo mismo) somos reyes, sacerdotes, herederos, coherederos con Cristo, somos conocidos de Dios, llamados, escogidos, santificados, purificados, perfeccionados y ungidos; ¡si es que estamos en Cristo!
De manera que aquellos que tengan una opinión de si mismos menor a esta esta negando la sangre del cordero y quien piense de si mismo como que en sus propios méritos pudo haber alcanzado alguna posición, también lo esta haciendo.
La clave esta en saber que el lo hizo y nosotros debemos disfrutarlo.
Soy el Pastor Pedro H. Gonzalez de la Iglesia Embajada del Reino.
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