Por Pastor Pedro H. Gonzalez
Siguiendo con nuestra serie sobre la fe del hijo, nos complace poder edificar en esta verdad presente a todo aquel que le dedica unos minutos a la lectura de esta columna.
Nada mas importante para una correcta “praxis” de nuestra fe que entender a profundidad la fe del hijo. De hecho, la misma biblia nos instruye a ver todo, vivir todo y expresar toda nuestra existencia en la fe del Hijo.
Y es que es conveniente entender que nuestra fe no está ni estará nunca a la altura de la fe del Hijo; esa fe está basada en el completo conocimiento del Padre, esa fe replica la voluntad del Padre porque la conoce en detalle.
La fe del hijo no juega al acertijo ni piensa si será posible, esa fe se mueve en la certeza basado en lo que sabe, es decir que jamás la fe del hijo dirá cosas como: “a ver que pasa” no, esa fe dirá esto va a pasar, esto no va a pasar.
Juan 16:13-15
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Esta es la máxima expresión de la fe del hijo operando en nosotros. Quiero explicar esto de forma sencilla partiendo de la cruz de Cristo. Toda la humanidad había caído en desgracia y había sido destituida de la gloria de Dios, toda.
Pero vino Jesus que no conoció pecado y subió a la cruz hecho pecado para librarnos del pecado y de la muerte y para que fuésemos hechos justicia de Dios en el.
Luego entonces tenemos que somos una nueva criatura, que nada de lo que antes fuimos sigue ya en operación en nosotros si es que en verdad estamos en Cristo. El hecho de estar en Cristo nos da a conocer que ya no estamos en mi o en sí, sino en El. Somos algo nuevo, de nueva generación, con nueva información genética y esa no es terrenal, es celestial.
Operando ya en el Hijo, las cosas del Padre nos pertenecen, la voluntad del Padre no nos es ajena, las cosas del Padre no son lejanas, son nuestras, vienen o proceden del Espíritu Santo y El, mora en cada uno de nosotros, por eso ya no operamos en nuestra fe sino en le fe del Hijo. Este es un tema demasiado profundo y debe ser escudriñado a lo largo de la escritura para que tome asiento en nuestra conciencia pues de no ocurrir así aun estaríamos incompletos en términos de conciencia, es decir todavía nuestra conciencia estaría contaminada o afectada de pecado, de culpa y de condenación, pero sabemos que ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesus.
Esa es la verdadera salvación, cuando empezamos a movernos en el Espíritu, en la fe del Hijo, cuando El es el que nos forma y nos informa, es decir nos forma desde adentro. Es bueno asistir a conferencias, a predicas, a seminarios, pero de nada servirá todo aquello si el Espíritu no esta en gobierno de nuestra vida, porque si El no gobierna entonces el que gobierna es cada uno de nosotros y vemos claramente que el gobierno del hombre en sí mismo es imperfecto.
No podemos engañarnos, cualquiera sea el nivel de fe en el que se mueva una persona, jamás alcanzará victoria si no esta fundamentado en la fe del Hijo. La fe del hombre siempre buscará guías externos, siempre querrá dirección externa, siempre tendrá dudas e incongruencias, pero la fe del Hijo se moverá en certeza, se moverá en acierto, en plena certidumbre, lavados los corazones y limpias las conciencias de cualquier clase de condenación.
El día que eso ocurra y cuando empecemos a movernos en esa arena, nuestra voz será oída por El padre, respaldada por el Padre y empezara a afectar de forma poderosa toda la creación, mientras que eso no ocurra seguiremos pidiendo a Dios que se haga su voluntad, pero sin conocerla y entonces nuestro entendimiento no estará claro, sino que estará lleno de preguntas, de dudas y de incertidumbre, así no habrá forma de que seamos efectivos en nuestra oración. Todo esto de be ocurrir en el Espíritu ya nuestro espíritu, da testimonio de que somos hijos, algo que ni nuestra carne ni nuestra alma pueden hacer. Un abrazo.
Soy el Pastor Pedro H. Gonzalez de la Iglesia Embajada del Reino.
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