¿Más generosos
por espíritu navideño?
En diciembre, en la temporada navideña nos regocijamos de alegría y de pronto nos sentimos más “generosos”, más “compresivos”, más “tolerantes”, más humilde y, sobre todo, más humano con el prójimo más destituido. Lo triste de la historia es que sólo nos dura unos cuantos días.
A mi modesto entender, se nos olvida que el espíritu no sólo preparó el camino para que nuestro Salvador venga a nosotros, sino que también es prepararnos para que nosotros nos unamos al Cordero. “Y nosotros hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu que vienen de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente”.
Una vez que vemos esto y logramos entender, entonces recién reconocemos, que esta visión doble del “regalo” se teje de la siguiente manera. El primer regalo está ahí, “Y esto os servirá de señal; hallaréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Pero el segundo regalo, está escrito también y como guía el Espíritu Santo a Simeón para reconocer y apreciar al Mesías recién nacido. De hecho, si leemos a Lucas,
podemos ver que menciona el Espíritu Santo en tres sentencias consecutivas, haciendo hincapié en la Agencia divina en la celebración tierna de Simeón.
De esta forma de “doble regalo” de contar la historia transformadora. Sin ella, es muy fácil contar sólo la mitad de la historia, para transmitir o relatar la parte acerca del nacimiento del Rabí de Galilea, pero no tienen nada que decir sobre la obra del Creador aquí y ahora.
Dicho de otra manera, contar la historia de la obra de Dios a través de Jesús, sino que transmitamos que “somos nuevas criaturas” y vivamos como tales los 365 días del año y no solamente en Navidad.
Dejamos a nuestros oyentes con un montón de imperativos porque somos mejores personas, que somos “luz” y que tenemos un sentido de expectativa de cómo trabajar el espíritu dentro de nosotros para unirnos o acercarnos mucho más al Cordero.
Que alegría es anunciar que el mismo espíritu que vino sobre Maria, Elizabet, Simeón, Zacarías, es el mismo espíritu que ungió a Jesús para predicar buenas nuevas a los pobres y se levantó de los muertos, “y la esperanza no desilusiona, porque el amor del Creador ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado”.
No nos olvidemos, que es el mismo Creador que envío el espíritu para responder la espera de los Israelitas; él mismo trabajó en la restauración de la creación y ahora mismo trabaja en la curación a los espíritus caídos; es el mismo que nos da la esperanza de Adviento. Dicho de diferente forma, sin querer queriendo, el Espíritu nos hace partícipes en el drama de Navidad.
Finalizo deseándoles una maravilloso y bendecidas navidades a todos y a cada uno de mis amigos(as) a lo ancho y largo de esta aldea global llamada: Tierra.