* La primera Navidad…
La Navidad penetra en nuestros corazones como un ramillete de ilusiones y es una fecha que desde que tenemos conciencia de la vida, nos acompaña año con año, con una dimensión distinta en la medida que vamos avanzando en edad.Es noche de paz, noche de amor, como dicen los versos de la canción símbolo de esta fiesta universal, en que se suspenden hasta las guerras para abrazarse con sus seres queridos o amigos que nos acompañan en silencio del hogar. Es el instante de recogimiento espiritual que nos permite rogar por el bienestar de nuestra familia; por los amigos, por las personas que más queremos, los vecinos del barrio, la ciudad, el país, el mundo, por los pobres y necesitados, por los presos, los enfermos, la justicia y la paz. El canto de Navidad hará brotar la emoción en nuestros corazones y la alegría de esta noche iluminará los espíritus y abrirá un espacio para una esperanza de amor, donde recordaremos el nacimiento del niño Jesús, en otras palabras, la primera Navidad.
Nadie mejor que San Lucas 2:7 para describir la escena: ”y dio a luz a su hijo primogénito; le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no había lugar para ello en el mesón”. Ese verso se refiere explícitamente a un nacimiento solo. No había parteras, ni matronas, ninguna ayuda para María. La santa biblia, incluso, no menciona si José estaba presente. Quizás él estaba, pero como todo padre primerizo, habría sido de poca ayuda para María.
María tuvo al niño Jesús y lo envolvió en pañales. Donde generalmente una partera o matrona limpiaría y lo envolvería al recién nacido, no estuvieron presente. María lo hizo ella misma. Y donde generalmente tendría una cuna para el bebé, no había nada. María tuvo que ponerlo en un pesebre. Cuando el niño Jesús entró a este mundo, él vino a un lugar que no tenía condiciones para un nacimiento. Era un lugar asqueroso y hediondo, pero ése es la parte maravillosa de la gracia divina. Cuando el hijo de Dios bajó de los cielos, él vino hasta lo más bajo. Él no se aprovechó de su igualdad con Dios; por el contrario, él dejó a un lado su linaje y se humilló totalmente.
Cuando leemos San Lucas 2:8-20, podemos sentir la experiencia de los pastores, cuando Jesús nació. Amigo lector, pensemos por un momento en la época, donde Dios escogió a una banda de pastores para oír las noticias del nacimiento de Jesús. Eso es intrigante, porque los pastores estaban entre los grupos sociales más bajos y desdeñados de la sociedad judía.
La naturaleza misma del trabajo de los pastores les impidió entrar en la sociedad de Israel, dominada en aquel entonces, por el Imperio Romano. No podían mantener los lavados ceremoniales, ni observar todos los festivales religiosos. Lo irónico era que estando a unas pocas millas de Jerusalén, eran los encargados de cuidar las ovejas que serían sacrificadas en el templo. Cómo “anillo al dedo” diríamos hoy, pero tenían que ser pastores los primeros en saber del nacimiento del ¡Cordero de Dios que quita los pecados del mundo!
Más significativo aun fueron los únicos que vinieron a verlo la noche que él nació. Me imagino que los pastores debieron haber golpeado varias puertas y haber visto a otros bebés recién nacidos antes de que encontraran al niño Jesús en el pesebre. En esos momentos, esos humildes hombres entendieron que el aviso de los ángeles: “era palabra de Dios”
Después de su encuentro con José, María y Jesús, los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho. Se me ocurre pensar que, estos pastores fueron los primeros evangelistas del Nuevo Testamento. Los invito a regalar sonrisas con expresión de amor, a regalar abrazos fraternos, a ser generosos y darles mucha alegría a los niños “que de ellos es el reino de los cielos”. Pero sobre todo qué, el espíritu navideño, no sea sólo una noche ¡que nos dure todo el año!
¡FELIZ NAVIDAD Y PRÓSPERO AÑO NUEVO!