Por Enrique Monterroza
Lo has hecho una y otra vez, en muchas ocasiones has prometido no volverlo a hacer, dejarlo de una vez por todas, pero dentro de unos días vuelves a caer en lo mismo. Pareciera que es un círculo vicioso, un círculo en donde ocurre siempre lo mismo y del cual crees que no podrás escapar.
Ya has tenido la intención de dejarlo, de renunciar a eso, a veces te has visto tan determinado que crees que ahora si va en serio, mas sin embargo, nuevamente vuelves al mismo punto en donde comenzaste y llega un momento en donde te frustras y te sientes impotente.
Es allí en donde el enemigo se aprovecha para introducir a tu mente pensamientos de derrota, clase de pensamientos que te hacen pensar que eres un hipócrita, un fracasado, un pecador impulsivo, un sinvergüenza, un indigno y toda clase de pensamientos que lo único que te hacen es a bonar a tu frustración y provocar en ti un sentimiento de vergüenza delante de Dios.
¿Te ha pasado?, ¿Ha habido momentos en tu vida en los cuales te avergüenzas hasta de ir delante de Dios p orque sientes que has fallado demasiadas veces y que le has pedido perdón un sin número de ocasiones por lo mismo?, seguramente sí, yo lo he experimentado.
Son esos momentos en donde nos creemos indignos de Él, en donde no tenemos cara de cómo presentarnos delante de Él, porque a lo mejor somos conscientes que quizá El pueda estar cansado de nosotros, porque quizá pensamos que El ya no nos recibirá o que simplemente nos ha desechado.
Mas sin embargo, Dios no es así, Dios no te ve de menos solo porque hay un área en tu vida que con la que luchas a diario y quizá la mayoría de veces pierdes, al contrario, Dios ve la disposición de tu corazón de no quererte rendir, de querer salir adelante.
Dios ha estado observándote esas veces que has estado solo creyendo que El te ha desamparado, esas noches en las que has llorado pensando que no mereces mas ser su hijo, esos días en los que la tristeza ha inundado tu ser creyendo que Dios ya no hará contigo lo que un día prometió.
Y es que debemos entender que Dios no es que cumpla por lo bueno que tú seas, porque la Biblia es clara en decir que NO HAY NI UN BUENO, todos fallamos y a diario, Dios cumple porque EL PROMETE y cuando El promete, entonces cumple, porque no es hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirse, Dios jamás se arrepiente que tú seas su hijo, aun con tu multitud de errores, al contrario, El te ve con ojos de amor y misericordia, por esa razón te llamo, El no te llamo por lo perfecto que eras, sino porque lo mucho que lo necesitabas, por esa razón, ¡Levántate!, no te des por vencido ahora, has avanzado mucho, tienes que seguir, no creas que no podrás, porque Dios en ti pueda lograr cualquier cosa, no creas que todo está perdido, porque Dios jamás ha perdido una batalla, no creas que eres indigno de estar delante de Él, porque El jamás rechazaría a un corazón contrito y humillado.
Hoy te invito a que lo intentes una vez más, a que vayas delante de tu Padre Celestial, le pidas perdón una vez mas y permitas que El ministre tu vida de una manera especial, Él te sigue amando, porque su amor hacia ti es eterno, jamás te creas indigno de estar delante de Él, porque El vino por ti, murió por tus pecados y para darte vida y vida en abundancia, todo lo que El hizo por ti lo hizo por el amor que te tiene y por lo tanto siempre serás bienvenido para El y te recibirá con los brazos abiertos.
Levanta tu rostro y ve como el Señor quiere restaurar tu vida y ayudarte en cada área que se te dificulta, tan solo cultiva una vida de devocional a diario, Dios quiere que cada día estés cerca de Él, que mantengas esa comunión real con El, porque de esta forma estarás más fuerte y preparado para la hora de la prueba.
Hoy Dios te quiere recordarlo que eres para Él:
“Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve”.
Malaquías 3:17 (Reina-Valera 1960)
La Gracia y Misericordia de Dios sobre tu vida se renueva cada día, por lo tanto:
Jamás olvides de que Dios te sigue amando.