CRÓNICA
DE UNA TRAGEDIA
Y después de la polvareda y los gritos desesperados y aterradores de la gente fue que el sonar de las sirenas de las ambulancias no se hicieron esperar, era entonces el inicio de una nueva desgracia para los mexicanos, edificios caídos, calles que parecían ríos interminables de gente buscando a toda costa como llegar a sus hogares. Sin energía eléctrica y las líneas telefónicas saturadas.
La desesperación entonces se hizo presa de los miles de capitalinos que rogaban a Dios por el bienestar de sus seres queridos.
Fue entonces cuando miradas incrédulas se cruzaban entre la gente preguntándose qué estaba pasando, nadie podría imaginarse que la historia se repetirá justamente después de 32 años y precisamente aquel 19 de septiembre de 1985 cuando el recuerdo aún estaba presente en millones de mexicanos, nuevamente la pesadilla volvía a recobrar vida.
Pese a vivirlo en carne propia. Resulta muy complicado narrar que fue lo que sucedió, pues cada quien tiene su propia historia que contar, cada quien sabe su dolor, cada quien sabe lo que perdió, pero también cada quien sabe que siempre hay una esperanza para seguir adelante.
En palabras de una mexicana de las miles que padecen este dolor nos narra: “siento angustia, dolor, un dolor muy fuerte en el pecho, una ganas inmensas de llorar y no lo he podido hacer -hace una pausa- en momentos se me quiebra la voz al recordar lo sucedido, pero no hay lágrimas, tengo que sacar fuerzas del alma, pues no puedo dejarme morir con mis muertos”.
Hasta hoy nuestra gente está dolida, pero mantiene el coraje propio de un mexicano para salir adelante, para sacar fuerzas y orgullo, para seguir de pie, para abrir las puertas de sus casas y ofrecerla a quienes lo han perdido todo.
México sigue en pie, en pie para levantar a los caídos, en pie para ver al horizonte y mirar a quien ayudar. Muchos de sus monumentos históricos se mantienen en pie, como fieles testigos de la grandeza nacional.
Porque no hay tiempo para el descanso, ni para lamentaciones, ni siquiera para preguntarse qué fue lo que pasó, es tiempo de levantarse y seguir adelante; es cierto que cada mexicano está herido, pero no vencido ni derrotado, pues sabemos que mientras exista un mexicano de pie existirá un México más fortalecido.
A los mexicanos nos han pegado temblores, huracanes, delincuencia y aun así, México sigue de pie, porque siempre habrá un mexicano que sea capaz de levantar a otro, porque esa es la grandeza del mexicano, grandeza que nos distingue ante otros; porque nuestra dignidad y orgullo son más grandes que cualquier desgracia que quiera doblegarnos. Porque somos fuertes, porque somos grandes, porque los buenos somos más y porque la grandeza de nuestro país no se mide por su tamaño, sino por su solidaridad.
Porque no es solo Chiapas, Oaxaca, Estado de México, Puebla, Guerrero, Morelos o la Ciudad Capital, es todo México entero el que sufre, el que le llora sus muertos, el que saca su espíritu nacionalista desde lo más profundo de su ser para no dejar caer lo que queda, ni desamparar a los que se quedan; porque lo que lastima a un mexicano lastima a todo el país.
Porque en medio de la tragedia y al son del cielito lindo las manos trabajadoras del mexicano no cesarán su actividad para quitar hasta la última piedra en busca de una esperanza de vida.
Por todo ello y por más seguiremos gritando a todo pulmón “!Viva Méxicooo!”.