CRÓNICA
DE UNA TRAGEDIA
(SEGUNDA PARTE)
LA PESADILLA CONTINUA
Hoy es viernes 23 de septiembre, amaneció el día más soleado y parecería que será un lindo día para realizar nuestras actividades diarias; sin embargo, el recuerdo de la tragedia está presente y el día nuevamente parece tomar un tono gris.
La confianza aún no se ha recobrado por completo, todavía los nervios de la gente están a flor de piel, el ruido de las sirenas sigue escuchándose, aunque con menos frecuencia y los nervios nos hacen sentir que todavía está temblando.
La posibilidad de que suene la alarma sísmica está latente y no nos deja conciliar el sueño, por lo que en ocasiones es necesario dejar las puertas entre abiertas por si es necesario salir de casa de manera urgente.
En las calles, en el transporte público, el mercado, los centros de trabajo, no se oye hablar de otro tema que no sea de la tragedia que estamos viviendo y para nadie resulta fácil hablar de ello, pues de una manera o de otra a todos nos afectó y nos dejará huella a lo largo de nuestras vidas. Lo sucedido ese fatídico 19 de septiembre del 2017 será contado por quienes lo vivimos de generación en generación como una fecha que seguramente nadie podremos olvidar.
¿Cuánto tardaremos en olvidarlo? No lo sé, quizá nunca, lo que sí es seguro es que la vida debe continuar y solo con la fortaleza que nos distingue podremos poco a poco recobrar nuestras vidas y porque después de esto nada será igual porque desde ahora la sociedad civil estará más unida, la familia más apegada, muchos amigos que hace mucho tiempo no se veían volvieron a reencontrase con una simple llamada para saber cómo estaban, he sabido de muchos matrimonios que encontraron con la tragedia la reconciliación.
Las escuelas siguen cerradas, algunas dependencia gubernamentales siguen sin actividad porque sufrieron algún tipo de daño en sus estructuras y en espera de un dictamen de seguridad estructural para ver la posibilidad de determinar el grado de daño, algunos hogares con daños menores están volviendo a levantarse ayudados por manos amigas de vecinos, parientes y amigos, lo cual te hace sentir esperanzas renovadas.
Afortunadamente se han rescatado algunas personas con vida; sin embargo, el número de fallecidos sigue acrecentándose, muchas más siguen hospitalizadas y el número de réplicas sigue en aumento, aunque para nuestra fortuna han sido de menor intensidad.
Algunos monumentos históricos que habían sido fieles testigos de nuestra historia han perdido su esplendor, pues desafortunadamente algunos se perdieron por completo.
Dimensionar esta tragedia resulta imposible si no se vio, si no se vivió en carne propia, en algunos lugares parecería inverosímil ver a gente sin nada con tan solo con lo que traen puesto y viviendo en la calle, otros más tratando de rescatar lo que pueden de entre los escombros.
Hay momentos en lo que parece que el ánimo decae, el cansancio y el estrés comienza a cobrar factura a los brigadistas, todos se dan cuenta de ello y por ahí de en todos surge el canto de la esperanza, el canto que ha sido capaz de levantar hasta el más desfallecido, el canto del “cielito lindo” comienza a entonarse y todos se ven contagiados, es entonces cuando la tristeza desaparece y el ánimo se alimenta nuevamente, pues saben que para muchos ha sido una segunda oportunidad de vida.
De nuestros héroes sin capa que decir que no sea nuestro reconocimiento por su labor incondicional y desinteresada por salvar vidas, a ellos a los binomios, a los bomberos, a nuestra Marina y Ejercito, a los brigadistas, a nuestros médicos y estudiantes, a los donadores nacionales y extranjeros que de manera desinteresada han contribuido con su granito de arena, a nuestros amigos y hermanos de las diversas nacionalidades que están presentes en nuestro país, a la sociedad en general y todos aquellos de los que nunca se sabrá su nombre mi agradecimiento eterno. . .