Por Pedro H. Gonzalez
Como siempre nos gozamos al tener el privilegio de escribir para los entendidos. Con el articulo de esta semana cerramos la serie sobre la fe del hijo y daremos paso a una nueva entrega en el afán de llevar entendimiento del evangelio del Reino desde la óptica del nuevo pacto. No podemos edificar fuera del nuevo pacto, cualquier otra edificación que se haga esta fuera de orden y hemos de entender que el nuevo pacto fue establecido mediante la sangre del cordero perfecto. El así nos mostro el camino en Mateo 26:28 Esta es MI SANGRE del NUEVO PACTO que por muchos es derramada para remisión de los pecados.
Realmente en esto radica la fuerza del nuevo pacto, en la causa precursora del mismo, la sangre de Jesus que habla mejor que la de Abel. Cuando Jesus fue a la cruz y derramo su sangre para remisión de los pecados, nos dejo listos para algo grandioso que conviene entender y poner en la perspectiva correcta.
Nosotros estábamos desconectados de Dios, muertos en delitos y pecados, alejados de la ciudadanía celestial, sin Dios y sin ley en el mundo, destituidos de la gloria de Dios. Esa era nuestra condición antes de que la sangre del nuevo pacto fuera derramada, así también estaba el pueblo de Israel, atado a una ley mosaica que imponía desde afuera, normas morales para poder en alguna forma no estar tan mal delante de Dios, pero aun así, nunca alguien pudo acercarse un milímetro mas a Dios gracias a la ley.
Sin embargo, el plan de Dios para nosotros, para la humanidad entera no tenia en mente un acercamiento, sino algo mas profundo, lo que El tenia en mente era una comunión con el hombre, es decir una unión en común.
Y para que eso fuera posible era necesario despojar al hombre de su naturaleza de pecado y de su condición pecaminosa, la misma que nos fue heredada en Adán. Entonces se dio el cumplimiento de los tiempos y Dios envió a Jesus quien nació de mujer y nació bajo la ley, para que cumpliera la ley y para que sin conocer pecado fuera hecho pecado a fin de que nosotros fuésemos hechos JUSTICIA de Dios en El.
Ya con ese sacrificio hecho, nada debe quien lo haga a El señor de su vida y puestas, así las cosas, entonces se opera el cambio de naturaleza. Las cosas viejas pasaron (lo de muertos en delitos y pecados, alejados de Dios, destituidos de su gloria, etc.) y he aquí todas son hechas nuevas.
Es decir, allí se dio cumplimiento a lo expresado por el profeta Jeremías y por Ezequiel respecto a un corazón nuevo, un espíritu nuevo y una nueva naturaleza. Le recuerdo al lector que Jesus vino para que cumpliera lo que estaba escrito.
La fe de un hombre caído, destituido, muerto en delitos y pecados realmente no alcanza para mucho, pero la fe del hijo de Dios, eso que ahora cada uno de los que han hecho a Cristo es en esencia, en espíritu, esa fe si que es poderosa tal como lo declara la escritura cuando nos notifica diciendo que la oración eficaz del JUSTO puede mucho.
Haya en cada uno de nosotros, los hijos, ese sentir, ese entendimiento y empezaremos a mover montañas. Sigamos en la posición incorrecta, la del hombre en Adán y seguiremos viendo una iglesia que no es iglesia sino solo un grupo de gente que no se atreve a más, pudiendo alcanzar más. Establezcamos nuestra fe sobre la roca, y entendamos que la roca es Cristo, expresado a la manera de Pedro, tu eres el Cristo, el hijo del Dios viviente.
Si nos atrevemos a pensarnos y entendernos como redimidos del pecado, como engendrados por Dios y como nueva naturaleza portando ya Su ADN espiritual sabiendo que el que se ha unido a Dios un espíritu es con El, entonces habremos aceptado que fuimos trasladados de la potestad de las tinieblas, al Reino de luz de su amado hijo y entonces habremos desatado el poder que nos fue dado. Pero todo eso se logra cambiando el entendimiento para cambiar la identidad.
Soy el Pastor Pedro H. Gonzalez de la Iglesia Embajada del Reino
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