Quiero comenzar aclarando que jamás he sido “crítico literario”, ni pretendo serlo ahora. Pero he tenido el privilegio de recibir como regalo el libro titulado: “Broken: La cara infantil de la inmigración” de mi buen amigo Germán González y Arturo García. Leerlo ha sido una “terapia psicológica” porque he vuelto a sentir el “gélido abrigo del miedo” en cada palabra de los niños.
Es posible, que mis tres años de preso político, no me abandonan jamás y es por esa razón que tengo un poco más de sensibilidad que el resto de las creaturas.
Leyendo las desgarradoras declaraciones de los niños, no he podido sacar de mi mente, el terror con que ellos conviven todos los días y les impide ser lo que son… ¡Simplemente niños! Vivir de la “mano” con el miedo y la incertidumbre de no saber qué pasará mañana, es una situación no solo desagradable, sino que es una “tortura psicológica” que no se la deseo ni al peor de mis enemigos.
Los adultos que hemos tenido la oportunidad de “experimentar” esta nefasta experiencia, sabemos que son muy pocos los que tienen la oportunidad de superarla y vivir una vida normal después de la “tortura psicológica”. La mayoría queda “marcado” para toda la vida y se convierten en creaturas “quebradas” que les cuesta encontrar felicidad, alegría y sobre todo, paz en su corazón.
Claro, los niños tienen mayor “capacidad de aguante” que nosotros los adultos y sin embargo me queda clara que el daño ya está hecho. Quiero, salirme un poquito del tema para aprovechar de invitar a todos los lectores a comprar y leer libro para que me puedan entender un poco mejor de lo que me estoy refiriendo ahora.
Cada palabra inocente de los niños, contienen mensajes de esperanza, de volver a encontrarse con sus padres o madres y lo mejor es que lo expresan sin odio, ni rabia, sin maldad; simplemente reclamando justicia, porque les cuesta entender la “maldad de los adultos” que los separaron de sus padres.
Son niños y ya tienen una herida “profunda” en su corazón por leyes y reglamentos que les están impidiendo crecer como niños normales o mejor dicho, vivir con sus familias, como todos los niños del mundo.
No puedo “esconder” que la lectura me afectó notablemente y quedé bastante angustiado por el sufrimiento de aquellos niños y aunque no los conozco, durante la lectura, los sentí como si fueran mis propios hijos o nietos y eso me afectó mucho más, a tal punto que me costó detener algunas lágrimas que “recorrieron” mis mejillas.
No sé, si fue pura casualidad o mi Creador escuchó mi plegaria, pero de pronto llegó la menor de mis nietas y venía con la nueva película para ver el sábado en la noche. “God’s not Dead” (Dios no está Muerto).
Si pueden verla, se la recomiendo; es una buena película para toda la familia. En ella encontré la respuesta para estos niños y me sentí mucho mejor.
Todos hemos escuchado la “clásica” frase: la fe mueve montañas. Y no me queda la menor duda que estos pequeños, más temprano que tarde, verán sus sueños cumplidos. Porque el Abba celestial escucha las plegarias de sus hijos, cuando se la piden con humildad, sinceridad, con fe y amor por aquel que murió en la cruz por nosotros.
Finalizo manifestando que todos y cada uno de los niños, estarán en mis oraciones para que pronto la alegría vuelva a sus caritas y sus corazones tengan paz. Porque tengo la certeza que no los abandonará y “buscará” la forma de ablandar los corazones de quienes tienen el poder de “eliminar” la tristeza de estos niños.
Después de todo, no en vano está escrito que dijo: “Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos”.