• March 19, 2024

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Más acá de la Frontera

Por Rosa Kwick
Por Rosa Kwick

Gente con historia

Diciembre es el mes más cálido del año, nos llena de alborozo la espera de la Navidad y la celebración del Año Nuevo. La reunión con la familia, amigos, la cena, los regalos y todo ese derroche de sentimientos hacia nuestros seres amados. Es la oportunidad para demostrar amor, los abrazos que no das durante el resto del tiempo, los das de manera indiscriminada en diciembre. Me ha ocurrido que si estoy en alguna reunión donde hay desconocidos, también hay abrazos como si fuéramos amigos de toda la vida. Y si no eres del tipo efusivo a la gente no le importa, se te abalanzan como si fueras un imán porque el espíritu navideño embarga el alma de todos. Sin embargo, tanta algarabía no es compartida por ciertas personas con historia a quienes estas fiestas no les causan más que una profunda depresión y dolor.

En vísperas de Navidad, Martha, quien sufre de artritis degenerativa, se apoya en George su esposo, y lo envía al mercado con la lista de los comestibles que habrá de traer para la preparación de la cena. Su único hijo falleció años atrás en un asalto y desde entonces ellos no se reúnen con familiares. George regresa del mercado y Martha exclama al momento de revisar lo encargado: ¡George, trajiste dos paquetes de pollo en lugar de uno! Él responde confundido: ¡Es que estaba escrito en la lista dos veces! Martha le mira de reojo porque no puede hacer movimientos ágiles por su cuello sin movimiento y ese vistazo es el último en que verá a su esposo con vida. George se desploma frente a sus ojos, víctima de un paro cardiaco.

Hace unos días escuché a esta mujer para quien la Navidad perdió todo su sentido y lloraba amargamente porque su hijo, quien pertenece al Army, fue llamado para ir a Corea del Norte. Tenían planeado pasar la noche buena en familia, pero en lugar de celebración, rezarán porque ese hijo regrese con bien.
Cuantas personas habrá que no han sido invitadas por nadie ni tendrán –o tuvieron-celebración alguna de Navidad. Cuantos más no estarán en hospitales, en cárceles o en una profunda miseria. Cuantos no sufrirán, no por el hecho de brindar a sus hijos un regalo, sino por no tener un techo que ofrecerles. Gente con historia que no necesitan ser famosos para ser menos importantes, personas comunes como usted o como yo, pero todos con una historia transcendente que contar y que puede servir de lección o de esperanza para quien la escuche.
Hay quienes evitan escuchar a los demás para evitar involucrarse y pretender que todo está bien y no echar a perder estas fechas de alegría. Las razones son diversas y entendibles, sin embargo, algunas personas con el simple hecho de ser escuchadas por quienes están a su alrededor, tienen suficiente para calmar el dolor. Escuchemos lo que nuestros amigos y conocidos tengan que contarnos y demos una palabra de aliento y el reconocimiento de que en verdad nos importa lo que les pasa.
Quiero, en un acto de sensibilidad pura, externar todo mi respeto y solidaridad hacia quienes estén sufriendo problemas de tipo económico, físico o emociona, con un mensaje de esperanza que, carente de arrogancia, nos cubra en todos los rincones del planeta de amor, paz, salud y tranquilidad. Que nuestros problemas del año pasado se queden allí y que nuestras historias hayan cambiado para bien el final el próximo diciembre. Esperemos la felicidad que para eso fuimos creados.
Comentarios a rokwick@cox.net

 

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