Arturo Hernández García, quien este 2 de noviembre cumplirá 42 años de edad y originario de la capital de Chihuahua, aún reconoce que le es difícil asimilar por lo que está viviendo, pero en su mente y corazón mantiene la esperanza de que Inmigración pueda cancelar su deportación y con ello mantenerse unido a su familia. “No importa que no me pueda ver beneficiado, en última instancia de algo, que sólo cancelen mi deportación y me quede aquí”, dijo.
Tras un recorrido por el Santuario de esta iglesia ubicada en la calle Lafayette y 14, en pleno centro de Denver, Jennifer Piper, directora inter-religiosa de la organización American Friends Service Committe y coordinadora de la Coalición Santuario de Metro Denver, nos introdujo por los lugares que de ahora en adelante servirán de hogar para Hernández García, quien es la primer persona en Colorado en tomar ventaja de este Santuario.
“Antes de que Arturo se decidiera entrar aquí, visitó el lugar, se le habló de lo que consistiría todo este proceso, y le explicamos todos los pros y contras”, aclaró. Incluso, el Reverendo Mike Morran, de First Unitarian Society of Denver, señaló al momento de darle albergue a Arturo Hernández que “le damos la bienvenida a Arturo y su familia con los brazos abiertos, en donde como Unitarios Universalistas creemos en la dignidad inherente de cada persona y estamos llamados a tomar acción cuando esta dignidad está siendo violada. Nuestro sistema migratorio no respeta ni la justicia, ni la equidad y ni la compasión en las relaciones humanas. Nuestras políticas migratorias dañan a las familias, nuestras comunidades y a nuestro país. Nos sentimos orgullosos de respaldar a Arturo y su familia”.
Con el mismo espíritu…
Nuestro entrevistado dijo que a los 13 años junto a su familia se fue a vivir al Estado de México, debido a que su padre trabajaba en las minas. “Yo soy de la capital de Chihuahua, y un tiempo, en mi juventud, viví en Ciudad Juárez. Creo que radiqué como diez años en el Estado de México y hasta regresé hablando con el acento chilango”, dijo, mostrando una sonrisa y tomando la mano de su esposa Ana, al inicio de la entrevista y con la presencia de Piper, quien siempre se mantuvo atenta a las preguntas y respuestas del que hoy acapara la atención de los medios de comunicación y que sin duda alguna, ya es noticia nacional.
“Yo me casé en 1998, tengo 16 años de casado. En 1999 decidimos venirnos a los Estados Unidos con mi esposa y en ese entonces con mi hija de tres meses de edad. Nuestra pequeña realmente ha vivido aquí toda su vida, a excepción de dos veces que pudo visitar México. Ahora tenemos otra nena, que nació aquí en Colorado. Mi esposa tenía un hermano aquí y eso nos motivó por llegar a Denver. Mi esposa se llama Ana y también es de Chihuahua. Decidimos emprender el viaje, como todos, en busca del bienestar económico y un mejor futuro para la familia. Lo que en realidad buscamos todos”, señaló Arturo, quien por cierto, ya en confianza y quizás para hacer el momento menos cansado, bromeó con decir que le iba a las Chivas del Guadalajara. Surgieron las risas y una que otra broma en base a su archirrival, América.
Pero su espíritu de lucha se mantiene firme. Así lo demuestra y lo refuerza el apoyo de su familia, de Jennifer, de Brando y todos aquellos que se han sumado a su lucha.
El problema
Todo sucedió como en marzo de 2010. Pero él mismo nos lo narra:
_ “En todos estos años que hemos vivido en Colorado, como 15, nunca había tenido ningún problema de nada. Ni con los vecinos y mucho menos con la policía. En mi trabajo me dedico en hacer pisos y trabajamos proyectos grandes de 200 a 300 departamentos y mucha gente trabaja con nosotros. Cuando hacemos los pisos nadie puede pasar por esa zona por seguridad y porque dañan el trabajo. Por eso se
acordona el área. Fue así que llegó una persona y quiso pasar, por lo que nosotros le prohibimos que lo hiciera por lo mismo. Iba a buscar trabajo. Como no lo dejamos pasar por el área recién trabajada y que estaba cubierta se enojó, nos insultó e incluso dijo malas palabras. Era un anglosajón. Como que no le gustó que no lo dejáramos pasar por ahí. Lo mandamos con el supervisor porque quería trabajar en esta misma área. El supervisor le pidió que buscara otra área y el hombre regresó de nuevo a insultarnos, habíamos varios trabajadores y después de hacerlo por otras dos ocasiones intentó golpearme. Yo sólo reaccione empujándolo a un lado para evitar que nos golpeara. Ahí se originó la discusión. Se fue con el supervisor y le dijo que yo lo había amenazado con una navaja. Terminó llamando a la policía, quienes llegaron y sin investigar nada me detuvieron y estuve encerrado por 30 días en una cárcel en la ciudad de Lone Tree al sur de Denver. En lo que me daban una fianza, estuve ahí todo ese tiempo. Cuando logré dejar el lugar, ya tenía un ‘hold’ de Inmigración, por lo que me pasaron a un Centro de Detención de Inmigración; primero en Centennial para lo administrativo y de ahí me llevaron al centro de GEO en Aurora. Estuve 15 días y tras arreglar lo de la fianza salí de ahí también. Pero vino ahora la situación de arreglar lo de la Corte con el problema de la detención con la policía y viajé varias veces a Castle Rock, donde finalmente me declararon no culpable. Salí bien de ahí, me quitaron todos los cargos. Pero el problema ahora era con Inmigración. Ya casi vamos para cinco años con esto de parar mi deportación y no han querido hacerlo”.
También agregó que su abogada está pidiendo parar su orden de detención por los años que tiene aquí, porque no tiene un récord criminal y alegando por el sufrimiento que esto ocasionaría a su familia, a su esposa y dos hijas… “pero el Fiscal y los jueces de Inmigración dicen que eso no es suficiente. Que el sufrimiento de mi esposa e hijas no es suficiente. Ahora ya se me agotó lo último de la apelación por estar tratando de reabrir el caso y me lo negaron. Ya no salí del país, porque el pasado 21 de octubre tenía mi orden de deportación y tenía que salir de Estados Unidos. Todo esto me orilló contactarme con las personas que me han ayudado a estar aquí, en este Santuario”, añadió el entrevistado, en donde por momentos desviaba la mirada a cualquier otro punto del lugar y su rostro era cubierto por su gorra de color rojo, tono que le hacía juego a su playera del mismo color.
La Coalición para los Derechos de los Inmigrantes (CIRC, por sus siglas en inglés) lanzó una línea de apoyo: “Campaña para Unir a Colorado”, si usted o alguien que conozca ha sido víctima de abusos de agentes de inmigración-policía por favor hable a: 1-855-UNITE-4-1…así reza esta línea y de la cual Arturo Hernández la escuchó en un programa de radio y habló para contar su historia y pedir apoyo. Ya estaba a tres semanas de ser deportado. Lo escucharon en CIRC, Brando se contactó con él y luego lo guió a Jennifer Piper y de ahí conocer el Santuario y ahora es su nuevo hogar. El día 20 de octubre –del presente año- como a las 8 de la noche entró a este lugar y se quedó en la noche solo, con sus pensamientos y quizás con más preguntas que respuestas.
“Mi mente la traía… no sé cómo… como que no asimilaba el quedarme. Ya un día después había mucha gente y ahora poco a poco voy asimilando la situación. No sé cuánto tiempo me voy a quedar aquí y todo depende de la situación misma. Yo quiero salir de aquí y trabajar. Ahí vamos poco a poco asimilando la situación”, señaló.
El daño en la familia
y en lo económico
Le preguntamos a su esposa Ana, por un momento ella no respondió. Habló Arturo: “Para mí en específico lo más difícil es ver el sufrimiento de mi esposa e hijos. Uno como hombre se hace más duro o algo así, pero afectarlas a ella es diferente, el que estén pasando por todo esto es incómodo y hasta a veces me siento culpable por estarlas arrastrando en todo ésto, pero es un problema que no estuvo en mí. Básicamente el sufrimiento es verlas sufrir a ellas”.
Pero también hay un impacto muy fuerte en el lado económico. Es ahí donde su esposa Ana, se une a la entrevista, aunque en todo momento estaba ahí, apoyando a su esposo. Pero habla y dice: “A nosotros también nos pasó eso, tuvimos que dejar nuestra casa, nuestros carros para pagar los gastos de los abogados, y de la fianza”.
Y la refuerza Arturo… “económicamente uno se va para abajo, mi crédito iba para arriba, pero todo eso se destruyó también y hasta la fecha no nos podemos recuperar. Este martes se iban a cobrar los 7 mil dólares de la fianza para Inmigración, lo iban a cobrar y ya se perdió. No sé porque los políticos argumentan que los inmigrantes venimos agarrar beneficios y vivir del gobierno. No es cierto, pero ellos provocan eso, porque cuando deportan a un padre de familia, ¿qué van hacer los niños? ¿Quién las va ayudar?…pues el gobierno. A veces es un poco ridículo lo que ellos argumentan, de los que están en contra de los inmigrantes que piensen así. Esto no es cierto…”
Toda esta situación ha afectado a sus hijas, Andrea –de 9 años- y Mariana –de 15 años-. “A mi hija pequeña le duele todo esto, porque estaba acostumbrada más a su papá, se iban a jugar fútbol, iban al parque. A Mariana en lo académico se ha reflejado el daño; ella iba muy bien en la escuela y ahora han bajado sus calificaciones a raíz del problema”, mencionó la esposa de Arturo.
Aunque mantiene la esperanza de seguir en Colorado, Arturo en algún momento visualiza el momento de ser deportado a México, en donde para él sería como volver a empezar desde cero, pensar en los costos de la vida allá, llegar sin un trabajo o lugar donde vivir, además del miedo a la inseguridad y que eso, es lo que menos quiere para sus hijas, para su familia. “Es difícil poder visualizar ver a mis hijas crecer en México, hay que tener mucho cuidado, el llevármelas yo lo pensaría más de una vez”, acotó.
Pide el apoyo de la comunidad, pero para presionar a los políticos, a los senadores, al gobernador, para que revisen los casos, porque realmente se está deportando a gente que no tiene ningún récord criminal, más que ser indocumentado y con muchos años de trabajar en este país, entregando su esfuerzo, construyendo carreteras, siendo un soporte importante para la economía no sólo de una ciudad, de un estado, sino del país mismo.
“De todo esto he aprendido que hay gente buena que a veces sabemos que no existe, como Jennifer y Brandon, que dan mucho más sin recibir nada a cambio. Si su situación es parecida a la mía, no se den por vencidos, busquen ayuda y para los que no tienen un problema similar, hay que aprender a dar la mano, poner de su tiempo para ayudar a alguien, es tiempo de ayudar y de mantener la fe por una reforma migratoria, de parar las deportaciones y de que las familias vivan unidas”.