Hoy he sentido un dolor muy grande y todo por culpa de la ignorancia. Son muchos los que tienen un concepto equivocado de lo que es ser realmente un hermano Masón.
El hecho de ser Masón no me confiere cualidades especiales, ni distintas a la de cualquier ser humano; no levito, ni hablo con los dioses, tampoco obsequio poderes sobrenaturales, y mucho menos me hace perfecto, ni un evasor del error.
Por ser un Masón no me abre la puerta el Senador, el Presidente de cualquier República o el más humilde trabajador, me la abre el hombre no el título que ostente.
Muchos se preocupan por los “rituales” que practicamos en “secreto”, se piensa que conspiramos por el nuevo orden mundial, cuando ese, señoras y señores hace mucho tiempo que fue instaurado. Es cierto, basta ver nuestra historia para saber que no somos fáciles de vencer, que incluso la muerte no ha podido borrar el vestigio de nuestras enseñanzas en el mundo. Pregunten a la monarquía que hemos derrocado y los cientos de revoluciones que en el seno de las logias se han iniciado. Es cierto, estamos demasiado unidos, aunque a veces aparentemos estar distanciados. Si la causa es justa o no en apariencia, la persistencia masónica es tan tenaz como una gota perforando la piedra. Les aseguro que jamás habrá un masón perfecto, la perfección se la dejamos a los que les gusta darse golpes en el pecho y que hipócritamente se llaman “creyentes”. El camino es largo y con escollos, pero jamás hemos temido, nos amamos tanto, como ama la flor a el sol o una madre a todos sus hijos.
Si se piensa que tememos a la cárcel, si se piensa que tememos a la muerte, si se piensa que tememos el infierno, si se piensa con ello se puede intimidar el alma brava de un miembro de la orden, siento mucho contradecirles: tendrán un rival tan fuerte en cada uno de nosotros, que a la caída de uno, siempre se levantará otro.
Conozco los secretos de la logia y la manera en que el hombre debe perpetuar su legado, reconozco a todos mi hermanos como tal: Mi hermano hombre, mi hermana mujer, mi hermano lobo, mi hermana planta. Lucho por ser mejor y buena persona, pero también se manejar el lado oscuro de mi pensar y sentir con la sutileza con la que una aguja se clava en el textil. Soy un ser dual. No me asusta lo moral ni lo inmoral. Por eso no acostumbro a criticar ni juzgar a nadie, porque ese rol solo le corresponde a mí Creador. Y puedo morir o vivir, pero jamás arrodillarme.
Hay días en que, a pesar de mis 65 años cumplidos, escucho los gritos de la parafernalia religiosa que nos tacha de iluminados, satanistas, come-curas, sectarios, reptiles y hasta extraterrestres, sonrió tiernamente y mientras me acurruco en mi sillón favorito, dejo de leer la historia de los caballeros templarios, y mejor me echo una buena “siesta”.
Muchos ignoran que los masones caminamos por el mismo “sendero” que señaló el rabí de Galilea hace más de dos mil años y que somos más fieles a sus “enseñanzas” que muchos de los más “devotos y piadoso” de cualquiera religión. Después de todo soy masón, y nada más que Masón. Solo vine a este mundo a existir y tratar de ayudar hacer nuestra existencia, en este mundo de sal y pimienta, mucho mejor.