• November 24, 2024

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La Pregunta que aún no tiene una respuesta….

Por Carlos Klinger, ATA (Accredited Tax Advisor)
Por Carlos Klinger, ATA (Accredited Tax Advisor)

Es posible que este, loco pensamiento, sea el último que comparto con todos ustedes y la razón es que ya comienza la temporada de los Impuestos, por lo que tengo que darle “duro y parejo” al trabajo. Ya que mi nuevo jefe es muy exigente. ¿Qué tendremos que hacer nosotros, las creaturas, para vivir en paz y harmonía con nuestros semejantes? Es una pregunta que tiene más de dos mil años y todavía no podemos responder. Los recientes y dolorosos incidentes, ocurridos en Francia y provocados por fundamentalistas religiosos islámicos, han hecho saltar todas las alarmas no sólo en Europa. Los políticos y los cuerpos de seguridad de la mayoría de los países se han puesto lógicamente en estado de alerta máxima. Incluyendo, en nuestra América morena, los gobernantes le dicen a la gente que no tengan miedo, que todo está asegurado y garantizado el orden. No hay motivos de preocupación, ya que contamos con policías armados y cuerpos de seguridad que nos garantizan a todos la necesaria estabilidad para vivir tranquilos.

Pero mi modesta opinión, que el problema no está en que las fuerzas de seguridad no dispongan de los medios que necesitan para defendernos. El problema está en que el enemigo, en este caso, supera en peligro todos los medios de defensa que puedan tener los medios de seguridad de un país, porque la lucha está planteada entre fuerzas muy dispares. Los medios con que cuenta la policía se basan en la técnica. Los medios con que cuenta el fundamentalismo religioso se basan en la conciencia y en ocultos intereses relacionados con la conciencia.

conflicto-1Para hablar más claro, lo que quiero decir, es que los medios con que cuenta la policía son conocidos, mientras que los medios con que cuenta el terrorismo religioso no son (ni pueden ser) conocidos. Por eso los terroristas fanáticos de una religión atacan: dónde, cuándo y cómo menos se puede imaginar y de forma que nadie podía sospechar lo que sucede o ha sucedido. Si somos sinceros, no tenemos más remedio que reconocer que esto es así. Por más desagradable o costoso que resulte reconocerlo.

No pretendo aquí analizar en profundidad las consecuencias de lo que acabo de indicar. Pero hay algo, muy fundamental, que no podemos dejar de comentar. Se trata de un hecho que estamos viendo a diario y por todas partes. Me refiero a la cantidad de fieles, que nos confesamos creyentes, pero que en nuestra vida somos más estrictos observantes de los “rituales religiosos” que estrictos cumplidores de las exigencias éticas que tendríamos que cumplir como “creyentes” ejemplares. Reducimos nuestra religiosidad a determinadas prácticas rituales, al ejercicio sabatino o dominical de la fe, al tiempo que excluimos de nuestra religiosidad el respeto, la tolerancia, la sensibilidad ante el sufrimiento, sobre todo el sufrimiento de los más débiles. Y así sucesivamente. Hasta llegar a hacer compatible la estricta observancia de la religión con la violencia más brutal ante todo aquello con lo que no estamos de acuerdo.

No es solamente en el fundamentalismo del Islam, sino que también en el fundamentalismo de las otras religiones que muchas veces es más “radical” de lo que pensamos. El problema, radica fundamentalmente en la perversión de la verdad que hacemos nosotros las creaturas, porque nos encanta llevar las enseñanzas “religiosas” mucho más allá del contexto adecuado y todo por el simple hecho de “aparentar” una fe que no sentimos. Estamos más preocupados de lo que piensan los demás de nosotros que de nuestra propia paz interior. Por otro lado, lo que Jesús combatía no era simplemente la Ley puesto que el Decálogo fue revelado por el mismo Creador como los mandamientos fundamentales donde se explican mejor en qué consiste el amor del Abba, que de ninguna manera son solamente prohibitivos sino afirmativos y afirmándonos en la caridad divina que se extiende universalmente y proclamados por Moisés al pueblo judío. Por eso, cuando se le pregunto Jesús por aquel joven, cómo se podía entrar en la “vida eterna”, respondió escuetamente: “guarda los mandamientos” y empezó a enumerar los mandamientos de la Ley.

Por eso, el Rabí de Galilea dice, “además, que no vino a destruir ni la Ley ni a los profetas ni siquiera a quitar una “iota” de la ley. Sino que vino a recobrar el verdadero “espíritu” y sentido de la Ley”. Dicho de otra manera, demostrar el mismo amor que Dios le imprimió a su mandato universal, porque los fariseos y los doctores de la Ley habían enfatizado más en la letra de la ley o mejor dicho en los rituales mucho más que en el mandato del amor que la Ley encerraba. No estoy tratando de decir que es malo seguir los “ritos”, pero lo malo es ver la obra ”externa” de ellos como el fin y no darnos cuenta que los ritos y la liturgia tiene que conducirnos al amor de Dios y del prójimo que es un mandato divino.

Por eso, no está mal irnos al fundamento pero si pervertir éste y quedándonos solamente en la obra externa del rito, porque siempre tenemos que mirar todo el contexto y en el contexto de lo que el Creador quiso revelarnos.
En otras palabras, el centro o el eje, el núcleo, la roca de cualquier religión deben ser cuidar todo lo humano: la justicia, la fraternidad, el amor, el auxilio y atención de los más débiles, la libertad, y sobre todo la de conciencia. En este sentido Jesús parece que fue una novedad extraordinaria, pero la humanidad no tuvo siempre el valor de seguirlo y se aferró a dioses que le garantizaran tranquilidad en una prisión aunque tuviese barrotes de oro. No obstante la esperanza del Nazareno sigue viva y el viento del Espíritu sigue soplando y fuerte para que aquel sueño no desaparezca. Así, a lo largo de la historia, aun antes del cristianismo y después ha inspirado argumentos, leyes, normas que han ido consiguiendo que la dignidad y la justicia que defendió el Rabí de galilea, se realice: Abolición de la esclavitud, liberación de la mujer, libertad, igualdad y fraternidad, asistencia social, libertad de pensamiento y creencias, aunque siempre haya que vigilar para no volver atrás. La religión debe cambiar profundamente y recuperar, en todo caso, lo que nunca debió dejar de ser: un vehículo de la espiritualidad que no sirve si no da como resultado un acercamiento cada vez mayor a una humanidad profunda de todos los seres humanos.

En el Sermón del Monte, Jesús dijo: “Si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; vuelve entonces y presenta tu ofrenda”. Se pueden discutir no pocos detalles relativos a este texto. Pero, en cualquier caso, lo que no admite discusión es que aquí se presenta un modelo de religión en el que lo primero no es la observancia del ritual. Lo primero de todo, en la vida y en la religión, tiene que ser siempre mantener la mejor relación posible con el “prójimo”, sea quien sea y por el motivo que sea.

El día que se eduque a todos los niños y a los jóvenes del mundo en esta convicción, tan simple y sencilla, ese día la humanidad habrá dado el paso decisivo para empezar a vivir en paz.

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