* Una copa, el bicampeonato
y lágrimas por mi himno chileno
No puedo negarlo. Fue un fin de semana lleno de emociones y alegría. Primero absorber la sorpresa de ser invitado a la gran final de la Copa América Centenario por mis hijos. La rapidez con que prepararon todo, todavía me tiene “fuera de onda” y lo mejor es que lo pasamos de “película”. Es posible que, solamente los que son padres, puedan entender lo que se siente cuandodisfrutas de las “travesuras y compañía” de tus hijos aunque sean ya adultos y con sus propios hijos. Fue el viaje del recuerdo, qué como muchos otros, se quedará muy dentro de mí y sin duda alguna para ellos también fue especial e inolvidable.
Llegamos a New Jersey por la tarde y nos fuimos derechito al hotel que estaba “frente” al estadio. Al otro día, después del desayuno para hacer tiempo y poder recoger las entradas del partido (la gran final de Argentina vs Chile), nos fuimos a la “Gran Manzana”. Recorrimos a pie varias calles “emblemáticas” de New York y tuvimos la oportunidad de visitar el palacio de las zapatillas Nike, que son cinco pisos de puras zapatillas y ropa para practicar deportes o gimnasia. Por supuesto no podíamos dejar de sacarnos fotos en el Empire Building y visitar el Central Park. Central Park es enorme y honestamente creo que solo conocimos una décima parte del lugar.
Lo que me llamó la atención es que a pesar de ser tan temprano, había mucha gente en las calles, locales y “turistas” como nosotros recorriendo la
Gran Manzana y esperando que abrieran las tiendas para comenzar a comprar. De regreso a New Jersey pasamos a comprar “pasteles” a una de la panadería y pastelería más famosa del Estado. Mis hijos me permitieron que me olvidara de la “diabetes” y le dimos duro al azúcar y chocolate.
Ya en la tarde con nuestras “playeras” de Chile y la bandera amarrada al cuello como capa, nos dirigimos al estadio. Desde el hotel salían los buses con los “hinchas” argentinos y chilenos que estaban vestidos con los colores de sus respectivas selecciones. En el trayecto ya se notaba la alegría con los cantos de alientos y porras para ambas selecciones. Llegando al estadio, nos dimos cuenta, que en un parking lot estaban todos los chilenos y en el otro, todos los argentinos. La música, la alegría se sentía por todos lados y por supuesto las parrilladas: hot-dogs, fierritos, hamburguesas, empanadas, cerveza, refrescos y por supuesto un “tinto” chileno. Solo con el hecho de verte con la camiseta de la roja, te saludan con un caluroso apretón de mano y el “típico: ¡Le vamos a ganar, hoy somos campeones cumpa!” El chileno se caracteriza por ser generoso con lo poco que tiene y no fallaron… ¡comimos hasta reventar! Ya entrando al estadio se escuchaban los gritos de los “hinchas” alentando a sus respectivos equipos; la sorpresa fue cuando nos dirigimos a nuestros asientos y comprobamos que solamente estaban seis chilenos y totalmente rodeados de argentinos que tenían una “bulla” tremenda con tambores y pitos. La ironía fue que estábamos sentados al frente de donde estaba la barra chilena y poco a poco se fue llenando el recinto y las banderas, tanto argentinas como chilenas, se veían por todos lados y un “griterío” infernal de alientos y porras ponían un marco especial a la fiesta futbolera.
Lo más hermoso para mí fue cuando se entonó el himno nacional. Se siente una sensación que no se puede describir y es que la piel se te pone “de gallina” al sentir, no solo a los jugadores, pero esas veinte mil almas chilenas que a todo pulmón cantaron ese maravilloso himno, que por muchos años no escuchaba y no pude evitar que una lágrima rodara sobre mi mejilla recordando mis tiempos de estudiante, cuando todos los lunes se izaba el pabellón y se cantaba en himno nacional. En esos segundos me sentí orgulloso de ser chileno y más inflado que un pavo real. El partido, como todas las finales, con jugadas polémicas y arbitraje no muy claros. Sin embargo, a mi modesto entender, los dos equipos entregaron todo en la cancha y fueron dignos rivales. Claro, Argentina jugó más confiando en un solo hombre, que a pesar de ser un jugador “fuera de serie” no pudo hacer todo. Chile, por el otro lado salió jugando como equipo y con el corazón en la mano. Es real y una verdad innegable que tanto Argentina como Uruguay tienen más copas ganadas en nuestra América morena, pero Chile tiene la del Centenario y esa Copa es única, no hay otra igual y no habrá otra hasta el Bicentenario…por lo tanto permítanme terminar con un grito que llevo en el pecho por muchos años reprimido: ¡Viva Chile Mi…Hermosa Patria!