Por Pastor Pedro H. Gonzalez
A todos los amables lectores que han seguido de tiempo atrás esta columna queremos hacerle un llamado reflexivo para que no solamente se nutran de lo que aquí se expone, sino que también se conviertan en voceros de esta verdad presente que es Cristo en nosotros.
Debemos aclarar que toda la escritura es una verdad bíblica, pero no toda verdad bíblica es una verdad presente.
Me refiero al hecho de que no podemos tomar toda la escritura como de aplicación presente ya que hay cosas en la escritura que simplemente ya no son de aplicación para la iglesia y esto ocurre porque fueron cosas que se dieron antes de que Jesús hiciera su transito en esta tierra hacia la cruz, de la cruz a la tumba, de la tumba a su resurrección y de su resurrección a su ascensión para luego impartirse en los hijos.
La misma biblia nos deja saber que El fue el unigénito, pero luego se convirtió en el primogénito y esto nos da un entendimiento de lo que significa verdad presente. El unigénito fue Jesús, el hijo preexistente, hijo de putativo de José, el hombre sin pecado que fue a la cruz, el sufriente, el cordero perfecto que fue inmolado desde antes de la fundación del mundo, pero del cual fueron testigos aquellos que vivieron en los tiempos de la paz romana, incluidos el Sanedrín y todos los demás que en ese tiempo lo vieron ir a la cruz.
El primogénito es el Cristo, el Mesías triunfante, el Rey de un reino que no es de este mundo. Ese es primogénito porque al llevar mucho fruto como grano de tierra que cayó en tierra muriendo, hoy en día ha dado fruto en abundancia en cada hijo (parte del cuerpo que es la iglesia).
Entonces nuestra verdad bíblica es el Jesús histórico, como un hombre de quien la historia da cuenta fehaciente, haber nacido y caminado en esta tierra, haber sido crucificado y cuya tumba hoy día esta vacía sin que se encuentren restos mortales en ella, ya que a ese la muerte no podía retenerlo.
Pero nuestra verdad presente es el Mesías triunfante que hoy se encuentra presente, vivo y en plena acción en cada uno de los hijos, de aquellos a los que se refiere Juan 1:12 cuando dice: Mas a los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les fue dada potestad de ser llamados hijos de Dios.
Esa es nuestra verdad presente. Quedarnos estancados en el Jesús histórico, nos deja a mitad de camino y convierte la muerte de este en un acto irrelevante, trascender al Mesías, es decir al Cristo y a este impartido en cada uno de los hijos, nos planta en la realidad maravillosa que debemos vivir y nos posiciona en todo lo que el alcanzo para nosotros cuando dijo: “consumado es”.
No podemos darnos el lujo de desperdiciar por falta de conocimiento o de entendimiento y menos por terquedad un hecho tan claro como este que acabo de plantearle. Jesús fue un modelo, un maestro, el cordero perfecto, pero no se olvide nadie que Jesús fue sacrificado, es decir murió para que pudiera emerger el Mesías y así lograr lo impensable, que Dios se impartiera en cada hijo.
¿Como puede ser eso? Gracias a la sangre del nuevo pacto derramada teniendo como objetivo a todo aquel que crea en su nombre. Es que antes de la entrega de Jesús y del derramamiento de la sangre, la humanidad toda estaba sujeta a vanidad, es decir se había corrompido, se había hecho mala, luego no había posibilidad de que el plan y propósito eterno de Dios se hiciera posible; ¿por qué? Porque Dios no podía impartirse como naturaleza Divina en una naturaleza caída y pecaminosa como la de Adán y eso lo habíamos heredado todos, pero la sangre del nuevo pacto soluciona ese problema de raíz al hacernos limpios de pecado y ahora el puede impartirse pues ya no habrá yugo desigual y entonces así nos hacemos participes de su naturaleza divina.
He tratado de explicar de manera resumida y clara lo que es la verdad presente. Cuando se mezclan pactos y se pretende por las razones que sea, llevar a los hijos una posición atrás, estamos negando la sangre del nuevo pacto y eso es un error extremo al punto que podría considerarse herejía.
Soy el Pastor Pedro H. Gonzalez de la Iglesia Embajada del Reino.
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