• March 29, 2024

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Un arte de fe y testimonio

Por Germán González-Flores
Por Germán González-Flores

” Jorge logró salir del
alcoholismo y tras recurrir
a Dios, hoy es un muralista
que vive y disfruta su pasión”

Desde niño se vio inclinado por el dibujo, pero no lo veía como una habilidad, sino más bien como un “jovi”. Aunque la vida de Jorge Luis Hernández Moreno ha dado muchas vueltas, uno de sus momentos más difíciles fue haberse atrapado en el alcohol, una enfermedad que lo llevó dejar Estados Unidos y refugiarse en su natal Veracruz, México.

Pero su don para este tipo de arte, seguía intacto, como escondido y sin buscarle, en ese tiempo, le abriera las puertas para nuevas oportunidades.

Con la pintura finalizada de los delfines, una de sus obras que guarda grandes recuerdos. (Foto Cortesia de Jorge)
Con la pintura finalizada de los delfines, una de sus obras que guarda grandes recuerdos. (Foto Cortesia de Jorge)

Llegó el momento de tocar fondo, de recurrir a Dios y pedirle una última oportunidad.
Hoy su vida es diferente, con nuevos alicientes e incluso, vive del arte mismo, de su creatividad y don para dibujar, de sentirse inspirado por Dios y con el compromiso de ayudar a otros, como es el caso de apoyar a un pequeño hispano llamado Astin, que sufre de cáncer y que de alguna manera, gracias a esta habilidad, ha podido darle un momento que no tiene precio, un detalle a lo que Jorge mismo cree que: “Dios me lo puso en mi camino”.
En entrevista exclusiva con La Prensa de Colorado, nuestro entrevistado nos cuenta su historia, en donde por momentos recurre a limpiarse sus ojos, pues unas lágrimas empezaban a brotar, tras recordar parte de su ayer, y de su vida difícil.

Jorge, concentrado, durante la entrevista con La Prensa de Colorado. (Foto de Germán González)
Jorge, concentrado, durante la entrevista con La Prensa de Colorado. (Foto de Germán González)

“Desde niño me gustó dibujar, pero no lo veía como una habilidad, sino como un ‘jovi’. Yo dibujaba y trazaba, y eso era todo, pero nunca me dediqué al 100%”, señala.
Jorge Luis vivió alrededor de ocho años en Houston. Tuvo la experiencia de trabajar y aprender las habilidades de la carpintería, y se dedicó a trabajar duro en esta área, y en ese lapso nunca vio la expectativa de realizarse en el dibujo. Situaciones personales lo llevaron a su natal Veracruz, pero con él iba un vicio que cada vez más se hacía presente. “Regresé a México, mis hijos se fueron conmigo, ya me había divorciado de la mamá de ellos y caí en el alcoholismo. Era de cada ocho días, y aunque seguí trabajando allá, fui bebiendo más hasta llegar a

la irresponsabilidad, fue muy difícil esto. En 2010 me regresé, tenía poco dinero y hasta vendí un terrenito, realmente estaba mal por el alcohol. Malgasté lo poco que tenía y hasta vendí mi terreno”, recordó.
No puede evitar hablar de ese episodio, enfermedad que lo llevaron a tocar fondo. Pero entre eso, no aceptó de alguna manera cualquier trabajo, como por ejemplo en el campo. “Trabajar ahí, como que no, ganan 80 o 100 pesos en un día, desde las 6 de la mañana, es muy poco.
Yo tenía que hacer otra cosa, pero pese a beber tanto, mantenía la mentalidad de encontrar un mejor trabajo, por lo que empecé a tocar puertas en la carpintería”, agregó.

Su arte se puede apreciar plasmado en varios conceptos.
Su arte se puede apreciar plasmado en varios conceptos.

Todo empezó con el apoyo de una amiga que iba a poner una estética, y le pidió a Jorge le hiciera un dibujo. Ese fue su primer trabajo. Fue hacer unos círculos y el nombre de la niña y mientras trabajaba en ello, al frente de la estética había otro negocio y una joven miró trabajar a Jorge y con ello le llegó una nueva propuesta. Le preguntaron si podía hacer unos dibujos de algo que le decían Los Funalitos. Esta obra terminó haciéndose y llegó a cobrar alrededor de 800 pesos mexicanos.

“Pero luego vino otro dibujo en una pared de un kínder. Les gustó tanto que esa joven me empezó a recomendar con otras directoras de colegios de kínder. Aquí empecé a profesionalizarme y tener un trabajo en esto. Yo veía que podía ganar dinero haciendo lo que realmente me gustaba”, aseveró el entrevistado.

Llegaron más trabajos en otras escuelas. Se fue popularizando más en esa zona, pero también, desafortunadamente se iba sumiendo más en el alcoholismo. Fue tanto su problema y que no dejaba el vicio que buscó apoyo en un grupo de Auto Ayuda. “Creo que en ese momento me llegaron grandes bendiciones. En ese transcurso dejé de tomar, vi que mis habilidades que Dios me había permitido empezaron a sobresalir. Fue como un primer toque y de que debía seguir por éste camino. Recuerdo que una de mis hermanas que es muy dura para decir lo que siente, tuvo la confianza de pedirme que le hiciera un clóset. Cuando lo terminé, se veía tan bien, que parecía que lo hubiera mandado hacer a una fábrica. Yo me enorgullezco de ese trabajo, hecho con apenas tres herramientas. Mi hermana me dijo ¿dónde estabas, con tantas habilidades que tienes. Estoy orgullosa de ti?. Bueno, todos estaban contentos, decían, Jorge ya no toma…pero lamentablemente volví a beber”, dijo con un tono diferente, y desviando la mirada de la entrevista.

Empezó a ganar más dinero. Había una etapa de propagandas políticas en las bardas, como se estila en México en épocas de elecciones. Ahí dos presidentes municipales lo contrataron para que pintara, por cada uno, 100 bardas. Otros dos partidos políticos le pidieron, cada uno, que también les pintara otras 40 bardas. Había una ganancia que oscilaba entre los 2 mil 500 pesos diarios –alrededor de 200 dólares-. Pero todo ese dinero tenía un destino: comprar alcohol. Fue así que cayó muy hondo en el vicio, descuidar a la familia, hijos y hasta encontrarse un día a su hijo muy mal de salud, que la mamá de Jorge terminó con decirle seriamente… ¡Son tus hijos o es el alcohol! Fue tan duro el golpe, que el hombre se dijo que ya no quería seguir atado al vicio, de alejarse de las muy malas compañías con las que andaba, y de literalmente perder todo, hasta que ya ni le hablaran y le dieran la espalda. Fue un momento que hasta su madre, Delfina, se le arrodillara para pedirle que dejara de tomar. Era el momento de dejar de ser ese hombre que se paraba a las 12 del día, en chanclas, totalmente descuidado e ir directamente por la cerveza.

Aquí, posando con una de sus obras de arte. Un mural realizado en una barda de un kínder de su natal Veracruz.
Aquí, posando con una de sus obras de arte. Un mural realizado en una barda de un kínder de su natal Veracruz.

Hoy eso es ya recuerdo. Siente más orgullo y con la fe por delante, que en la última borrachera “yo le grite a Dios y le dije, Señor dame otra oportunidad, ya no quiero vivir esto”. Pasaron tres días y recibió una llamada de su hermana, desde Colorado, para decirle que tenía un dinero y se regresara. “Dios me estaba dando esa oportunidad. Le prometí a mi hermana no volver a tomar y aprovechar esta oportunidad. Yo voy muy poco a la iglesia y tengo un librito del Nuevo Testamento y con ese me vine solo en mi camino para acá. Nadie me creía, por eso sólo me despedí de mi madre y de un hermano. Mis hijos ya se habían regresado antes con su mamá”.

Hoy, Jorge ya tiene como tres meses en Denver, entregado a lo que más le gusta, lo que le apasiona. Se dedica ya al 100% en el arte de pintar, de ser un muralista y dejar su huella en casas, negocios, en donde le den la oportunidad de plasmar su don. Hasta el momento no sabe ni cuántos dibujos ha logrado trabajar, “pero yo hago lo que me piden, un trabajo más realista, como el de unos delfines que tienen un valor especial para mí, que fue un trabajo enorme. “Dios me ha dado un gran don. No necesito nada para medir, sólo veo la imagen, me alejo y empiezo a ver la imagen y la plasmo. Veo con qué puntos comenzar y así empiezo a trazar. Esos delfines los trace en media hora. La pintura tiene 5 metros de alto y 14 metros de largo, los hice en dos días y yo solo. Bueno mi hermana me ayudaba a sostener la tapa de la pintura. Y ahí, con esa tapa y mi brocha me inspiro”, acotó.

Hernández Moreno, dice que cuando empieza a trabajar se inspira en Dios. Piensa en su madre y en sus hijos Kevin, de 10 años y Jorge Luis, de 6. “Ellos han sido mi fuerza para luchar”, dijo.

Pero no hay mejor final para la historia, que la oportunidad ha ido más allá de su pasión por lo que hace, sino de las nuevas vivencias que está teniendo a través con su arte.

Y de ello, él mismo nos lo cuenta:
“Dios me está dando la oportunidad de que por medio de mi trabajo pueda ayudar a la gente. He tenido la oportunidad de conocer a un niño que tiene cáncer. Yo fui hacerle un trabajo. Se lo hice de corazón y si de Dios está apoyar a más personas, con mucho gusto lo voy hacer; sin propagandas de por medio y sin cobrar un peso alguno. Este niño es hispano, se llama Astin, tiene 6 años de edad y tiene cáncer. Creo que Dios me puso en su camino para ayudarlo. Quiero seguir haciendo esto con personas que en verdad lo necesitan”, finalizó diciendo.

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